El domingo pasado hallé, entre las tantas cosas que dejé en casa de mis padres un trajinado y memorable cassette que aún compila vivas canciones ochenteras, grabadas todas -al vuelo- de la radio. Cada canción contenía un fragmento de inolvidables comerciales y locuciones de aquella época de oro del rock. Entonces vinieron a mi olores, personas, imágenes, situaciones y lugares. Me lamenté que estuviesen cortadas, pero en ese entonces no importaba. Un material tan simple que cobra con los años un gran valor, un documento arqueológico urbano, por decir, que resiste  Una muestra de resistir a tanta  Estaban ahí también mis sobrinas, siempre atentas a lo que hago cuando llego de visita, entonces, me propuse en compartirles mi música, felizmente -y a  un lado- el viejo toca-cassette funciona aún y empezó a cantarnos Indochine, Soda Stereo, Virus, El Último de la Fila, Nacha Pop, Danza Invisible y entre otros tantos grupos de la época, de pronto recordé que el viejo toca-cassette no rebobinaba y quería volver a escuchar a Indochine, así que cogí un lapicero y le dí vueltas, mis sobrinas quedaron sorprendidas. Un recurso generacional que solo lo saben los ochenteros como tú y como yo.